Viernes, 13 septiembre, 2013
El papa Francisco ha vuelto a darnos la clave con su palabra certera.
“La misericordia requiere justicia. Solo a través de la justicia se puede lograr
que el pobre encuentre el camino para no serlo más”, señaló recientemente, tras
visitar en Roma un comedor en el que cada día se atiende a medio millar de
personas.
Hace ya 54 años que Manos Unidas pone en práctica esta máxima. La
limosna no basta, las ayudas económicas no son suficientes… La justicia, como
ha dicho el Papa, es el camino para que el pobre sea capaz de encontrar la
manera para salir de esa pobreza. Sin justicia, siempre existirán esas
desigualdades que llevan a la miseria y el subdesarrollo que Manos Unidas trata
de combatir.
Francisco tuvo también palabras para los afectados por la actual
crisis, o por “otras crisis más viejas y profundas”, para esas personas que se
acercan a los comedores a pedir pan, para ellos o sus hijos: “Vuestra
fragilidad, les dijo, desenmascara nuestros egoísmos, nuestras falsas
seguridades, nuestros pretextos de autosuficiencia”.
Bien podría el Papa referirse con estas palabras a los cerca de 1.000
millones de hambrientos que hay en el mundo. A esas personas, perjudicadas por
el egoísmo y la codicia de unos pocos, que manejan los hilos de un mundo
injusto, y que con sus acciones condenan a millones de seres humanos a una vida
de privaciones. Y quizá, también, podría aludir a los millones que asisten a
esta injusticia con indiferencia. “Tu indiferencia te hace cómplice”, decía el
lema de la campaña de Manos Unidas del año 1994. "No hay justicia sin
Igualda", proclamamos en 2013.
“La Iglesia, la ciudad de Roma, las instituciones tienen que unirse
para que nadie tenga más necesidad de un comedor social, de un alojamiento, de
un servicio de asistencia legal para ver reconocido el propio derecho a vivir y
trabajar, a ser plenamente persona”, señaló el Pontífice dirigiéndose a las
autoridades de Roma y a los vecinos de la ciudad y refiriéndose a los
refugiados a los que visitó.
Manos Unidas trabaja para que esa unión no se limite a nuestro entorno
cercano. Más allá de nuestras propias fronteras, millones de personas claman
por ese comedor, esa asistencia y ese derecho a ser reconocidos como
personas.
Recientemente Manos Unidas ha apoyado varios proyectos de emergencia
en la provincia de Kivu Norte, situada al este de la República Democrática del
Congo, donde cada día se refugian miles de personas que huyen de los horrores
de una guerra que dura ya décadas. Varios decenas de miles de personas viven en
campos de refugiados y parroquias y se encuentran sin medios para cubrir
necesidades tan básicas como la comida, el agua y los cuidados médicos.
Más de 20.000 refugiados y desplazados, como los que recibieron la
visita del Papa en Roma, y a quienes, seguro, se refería también Francisco
cuando pedía justicia.




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